31.1.07

teoría general de los espejos multiformes

Llaman a la puerta. Ella está allí. Recortándose bajo la intensa luz de la siesta, desencajada. En la boca, una mueca dolorosa, inevitable. Levanta levemente las cejas como suplicando ¿puedo pasar?. Él no deja caer su mano izquierda apoyada en la parte superior de la hoja de la puerta y la derecha en el umbral. Su cuerpo se interpone entre Ella y el adentro. La mira profundamente, largamente, sin que un mínimo gesto se dibuje en su rostro respondiendo a la pregunta. ¿Puedo?, insistió, mientras las comisuras de los labios no cesaban de temblar.

Ese momento súbitamente le resultó familiar, como si en infinitas siestas Ella hubiera estado allí, parada, aguardando una señal. No sintió sobrecogimiento ni extrañeza. No era un acto de precognición ni de profecía. Era hastío. Era la angustia, como una enredadera.

Ella bajó los ojos y comenzó a asentir frenéticamente con la cabeza. Entiendo que no pueda, dijo en voz baja sin dejar de asentir. Entiendo, dijo mientras comenzaba a alejarse. Si, si. Entiendo. Y Él seguía allí, inmóvil, en ese espacio de verdad que no puede ser atravesado por los ejércitos ni por los recuerdos, flotando en ese tiempo elástico que no pueden medir los relojes.

Texto e imagen de Rantifusos (Fotos: Silvina Salinas - Rosario / Textos: Sergio Mansur - Córdoba)

30.1.07

la calor

1) Diálogo post:
- Siento mucho calor
- Pero si prácticamente no te moviste...
- Bueno, esto es como el método Pilates: vos no te movés pero hay algo que te mueve permanentemente.

2) Dedicatoria en el mismo libro: ¨El viejo me escuchó y sólo me hizo la siguiente reflexión: < ¿Y qué quieres? Has sobrevivido>. (...) Quien sobrevive ha ganado su propio juicio.¨ Sándor Márai, El último encuentro.

3) Cerré la puerta y me dispuse a dormir, a mitad de la palabra. Como una esdrújula.

24.1.07

la boca que besa II

Creía profundamente en Dios. También sabía que Dios le había concedido dos grandes diferencias para que su gran obra no fuera idéntica, sino sólo semejante. Desde el primer día, tendría que enfrentar a dos enemigos: la muerte y la memoria. Nada similar formaba parte de la naturaleza del resto de las cosas. Sólo la conciencia del paso del tiempo y la presencia de un inminente final, perpetuarían la grandeza de cualquier dios. Era sencillamente perfecto. Para colmo de males, decía, el concepto que tenemos acerca de la muerte va cambiando en la medida que van sucediendo determinadas situaciones, en la medida en que se modifica lo que somos capaces de recordar y en cómo lo recordamos. Esa mutación, esa poderosa lucha que hora tras horas tenemos que librar entre la muerte y la memoria, allana el camino para que transite el tiempo, el inexorable tiempo que, poniendo las cosas en cada lugar, devuelve a Dios su grandeza y nos entrega una muerte real, una fracción de glaciar transformándonos sólo en memoria de otros, y sin dudas, modificando en los otros la concepción de muerte. Para reforzar la hipótesis, asentaba prolijamente los momentos de su vida que creía trascendentes en un diario desde los 17 años, respetando dos imposiciones. La primera consistía en escribir sólo aquellos días que sentía eran determinantes para su futuro. La segunda exigencia la llevaba esporádicamente a leer lo escrito, apuntando al pie de cada página los detalles diferentes que podía recordar de aquellas vivencias y que no habían quedado registrados inmediatamente después de vivirlas. Con el paso del tiempo, fue confirmando su presunción. Las anotaciones y reflexiones que iba anexando respondían a las diferentes concepciones que iba formando acerca de la muerte. Los castigos se transformaban en enseñanzas, los grandes éxitos en insoportables vergüenzas, las crisis en cambios estructurales y sus dolores más traumáticos en grotescos relatos humorísticos. Su nueva forma de ver y entender la vida mudaba su percepción de la muerte, era un permanente reacomodamiento. Un interminable juego que la acercaba, sin titubeos, a un cuestionamiento más profundo e inevitable: la proximidad de su última hora. Así, distinguió por lo menos cuatro distintas categorías para definir a la muerte. La muerte como artífice de la impotencia, como un hombre al que podía invitar a bailar y hasta llevar a la cama, como un rincón oscuro donde sólo habitan las mentiras y los fantasmas, y por último, como la precursora de sinfonías inconclusas. Sabía que mientras viviera sumaría otras apariencias del aniquilamiento definitivo de su existencia. Cada tanto, dirigía los ojos hacia el cielo como buscando una respuesta definitiva. Pero el cielo no respondía, Dios continuaba manteniendo un inmutable silencio desde hacía milenios y al parecer, no estaba aún dispuesto a quebrantar sus propias lealtades. Dios estaba a salvo. En ella se reiniciaba el círculo infinito que no había sido detenido por ninguna maquinaria. El debate sobre la vida, el amor y la muerte seguía sumando devotos; y la vida, el amor y la muerte apenas podían identificarse por su presencia, como la libertad.

Fijé una vez más mis ojos sobre los párpados cerrados. Todo estaba tan quieto. Sobre los hilos invisibles trazados por los ojos, lentamente, comenzaron a circular sus manos y las sombras de sus manos, trenes repletos de contrabandistas y usureros, animales y niños enfermos, sacerdotes y payasos, noches de insomnio y cuerpos mutilados, ecos de guerras y espejos de hoteles, amenazas y cuadernos de escuela, alimentos y fotos perdidas. Iban y venían dilatando paulatinamente las pupilas del desconcierto. Me gustaría que mi funeral se realice sobre un tren en marcha supo decirme; quizá todos los que estén allí puedan sentir que estamos viajando con el mismo destino, quizá puedan comprender que sólo yo no puedo ver de ese momento la vida floreciendo a través de las ventanillas.

22.1.07

la boca que besa

¿ Qué puede hacerse entre esos dos puntos de la ciudad, entre la llamada telefónica y el rostro descubierto?. ¿ De quién es ahora el cepillo de dientes, la mitad de la cama, los restos de helado, la patria que tenemos y no tenemos, los acordes de hendrix?. Manejé hasta allí sin dificultad pero con la sensación de que todo lo que me rodeaba tenía movimiento y yo estaba quieto. No sentí nada en el recorrido, ni la aceleración después de cada semáforo, ni las frenadas, no escuché la música ni lo que decían gesticulando los vendedores de cada esquina. Nada. Sólo bajé el vidrio para tirar un par de colillas. Me ardían los ojos. La luz del sol que se filtraba entre los árboles trazaba surcos sobre el humo detenido en el interior del auto. Cuando estacioné se acercó un policía para decirme que allí no se podía. Que mierda me importa le dije apurando el paso. Levantó la mano como consintiendo, como apiadándose. Me detuve frente a la puerta giratoria. ¿ Por qué dar esos últimos pasos? ¿ Por qué aproximarse tan peligrosamente a una verdad que puede ser tan dolorosa, tan cretina? Sentí náuseas y un ahogo creciente. Creo que no hubiese entrado si la puerta no me hubiese tragado para que alguien saliera. Me recibieron amablemente y me indicaron dónde esperar unos minutos. Y pude verla, diciendo todo va a estar bien, no te preocupes, dando un giro brusco y levantando con las manos su pollera corta para mostrarme sus nalgas firmes y su pelo buscando nuevamente cubrir su espalda. Y la boca, esa boca que huye de las palabras pero no de mi boca. Y los ojos. Por aquí, ¿puede seguirme?, dijo un hombre minúsculo, oscuro, y me eché a andar detrás. El pasillo no era largo hasta la puerta vaivén. Me detuve nuevamente queriendo retener alguna idea, algún pensamiento, pero no iba a ser posible, sólo atiné a mirarme las manos en un intento de saberme allí. Busqué mi rostro reflejado en la pequeña ventana ojo de buey de la puerta pero tampoco iba a ser posible porque el hombrecito la abrió sin violencia, como quien entra a un cine. Se volvió hacia mi preguntando si yo era un familiar. Descubrí el rostro. La pollera corta, la boca que besa.

21.1.07

doomsday clock

1) El conocido como Reloj del Apocalipsis es en realidad una metáfora sobre la torpeza del ser humano. Lo creó un grupo de científicos después de la II Guerra Mundial, en 1947, horrorizados por el nacimiento del peligro atómico, y apareció publicado por primera vez hace 60 años en la revista Bulletin of the Atomic Scientists. El reloj nació a siete minutos del fin del mundo, y desde entonces ha ido fluctuando. En 1949 Rusia hizo estallar su primera bomba atómica, dejándonos a tres minutos del apocalipsis. Cuatro años después, las pruebas nucleares de las dos superpotencias adelantaban un minuto la cuenta atrás. Fue su peor momento. Luego la cosa se fue relajando hasta que en 1963, tras firmarse un acuerdo para limitar las pruebas nucleares, se situó a 12 minutos. Tras varias fluctuaciones, en 1984 volvió a estar a tan solo tres: las conversaciones para el desarme nuclear se habían estancado. Siete años después se alcanzó por el contrario el mejor momento: 17 minutos, merced a la firma de un nuevo tratado de desnuclearización. Los expertos a cargo del reloj han decidido abrir el abanico de riesgos a los que se enfrenta la humanidad, y el primero en incorporarse ha sido el cambio climático. Dos minutos nos ha costado a todos. Estamos a 5 minutos ahora. A c... que se viene!!!
2) La transitoriedad - Sigmund Freud (fragmento - si vó lo querí terminao mandá mail)
Hace algún tiempo, en compañía de un amigo taciturno y de un poeta joven, pero ya famoso, salí de paseo en verano, por una riente campiña. El poeta admiraba la hermosura de la naturaleza que nos circundaba, pero sin regocijarse con ella. Le preocupaba la idea de que toda esa belleza estaba destinada a desaparecer (...) Todo eso que de lo contrario habría amado y admirado le parecía carente de valor por la transitoriedad a que estaba condenado.
Sabemos que de esa caducidad de lo bello y perfecto pueden derivarse dos diversas mociones del alma. Una lleva al dolorido hastío del mundo, como en el caso de nuestro joven poeta, y la otra, a la revuelta contra esa facticidad aseverada. ¡No, es imposible que todas esas excelencias de la naturaleza y del arte, el mundo de nuestras sensaciones y el mundo exterior, estén destinados a perderse realmente en la nada! Sería demasiado disparatado e impío creerlo. Tienen que poder perdurar de alguna manera, sustraerse de todas las influencias destructoras.
(...) No me decidí a poner en duda la universal transitoriedad ni a exigir una excepción a favor de lo hermoso y lo perfecto. Pero le discutí al poeta pesimista que la transitoriedad de lo bello conllevara su desvalorización.
¡Al contrario, un aumento del valor! El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable. Declaré incomprensible que la idea de la transitoriedad de lo bello hubiera de empañarnos su regocijo. (...) Si hay una flor que se abre una única noche, no por eso su florescencia nos parece menos esplendente. Y en cuanto a que la belleza y la perfección de la obra de arte y del logro intelectual hubieran de desvalorizarse por su limitación temporal, tampoco podía yo comprenderlo. Si acaso llegara un tiempo en que las imágenes y las estatuas que hoy aspiramos se destruyeran, o en que nos sucediera un género humano que ya no comprendiese más las obras de nuestros artistas y pensadores, o aun una época geológica en que todo lo vivo cesase sobre la Tierra, el valor de todo eso bello y perfecto estaría determinado únicamente por su significación para nuestra vida sensitiva, no hace falta que la sobreviva y es, por tanto, independiente de la duración absoluta.
Yo juzgaba incontrastables estas reflexiones, pero observé que no habían hecho impresión ninguna al poeta ni a mi amigo. De este fracaso inferí la injerencia de un fuerte factor afectivo que les enturbiaba el juicio, y más tarde hasta creí haberlo descubierto. Tiene que haber sido la revuelta anímica contra el duelo la que les desvalorizó el goce de lo bello.
(...) El duelo por la pérdida de algo que hemos amado o admirado parece al lego tan natural que lo considera obvio. (...) Nos representamos así la situación, poseemos un cierto grado de capacidad de amor, llamada libido, que en los comienzos del desarrollo se había dirigido sobre el yo propio. Más tarde, pero en verdad desde muy temprano, se extraña del yo y se vuelve a los objetos, que de tal suerte incorporamos, por así decir, a nuestro yo. Si los objetos son destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad de amor (libido), queda de nuevo libre.
La conversación con el poeta tuvo lugar en el verano anterior a la guerra. Un año después estalló esta y robó al mundo sus bellezas. (...) Nos arrebató harto de lo que habíamos amado y nos mostró la caducidad de muchas cosas que habíamos juzgado permanentes.
No es maravilla que nuestra libido, así empobrecida de objetos, haya investido con intensidad tanto mayor lo que nos ha quedado, ni que hayan crecido de súbito el amor a la patria, la ternura hacia nuestros allegados y el orgullo por lo que tenemos en común. (...) Quienes (...) piensan y se muestran dispuestos a una renuncia perenne porque lo apreciado no acreditó su perdurabilidad se encuentran simplemente en estado de duelo por la pérdida. Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea. Cuando acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y entonces nuestra libido queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y capaces de vida, sustituirnos los objetos perdidos por otros nuevos que sean, en lo posible, tanto o más apreciables. (...) Lo construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido, y quizá sobre un fundamento más sólido y más duraderamente que antes.

3) Fotos: cipriano, pedro y tomás de vacaciones (fotos de fotos, ya voy a escanear)

18.1.07

voltar: un alma rantifusa

Antesala) El hombre frente a dos tensiones atroces: enfrentar su precaria realidad y comprender, por un instante, la vastedad del universo. Entre ambas, en angola un niño trepa a un árbol para ver más lejos, una mujer sujeta los explosivos a su cintura antes de inmolarse en bagdad, una supernova promete un planeta, alguien llora por amor en un baño de amsterdam, se prepara lluvia en atacama, el ave del paraíso - Apus- fue atravesada por un cometa, junto a las vías del subte en osaka una rata lame restos de helado. Y Dios atrapa un insecto, lo deja sobre un pequeño yunque, toma un martillo y luego de un golpe certero, hace una nueva marca sobre la arena.
SUPERLATIVO) Mis hijos, Pedro y Tomás. Sin palabras, para disfrutarlos a troche y moche. Con eso tengo bastante.
0) Volviendo, en los pagos ya, primero el cuerpo, supongo que dentro de unos días el resto. Siento esa extrañeza post-vacaciones, común a todos cuando hay que retomar. Bellos días en bellos lugares con bella gente durante 20 días, qué más. Casi 6000 kms de rutas argentino-brasileras. 2007 en la línea de largada ahora. Como todos los años: buscar laburo, inventar algún sueño, tropezar a menudo y meter un par de goles olímpicos, esto es la hoja de ruta para el inicio y el balance de todos mis años. 40 trabajos (multicolores e idénticamente hartantes), 40 sueños (y qué sueños, aunque casi todos inconclusos), 40 tropiezos (varios con las mismas piedras) y 40 goles olímpicos (algunos hasta con tres arqueros). Aún no consigo esa veterana adinerada que me banque y me obligue solamente a escribir y a tener sexo, así que a ponerse el chalequito de ingeniero, los pantaloncitos de vendedor de ilusiones y a la calle. Nada nuevo bajo el sol digamos, pero hop, hop!!, que para salir de purrete ya hice bastante. Master ahora. Masterizado, al menos. Hop, hop!!!
1) El mejor regalo (Hubo pava - ¿¿??, cortinas - ¿¿¿???, bermudas, remeras, zapatillas, etc) de mis 40: (JB es lo más) Obras completas de Borges (que supe tener pero que presté, ya saben: no hay que prestar obras valiosas -para cada cual- porque no vuelven). Pedro miraba las distintas fotos de Borges preguntando cuál era la más actual (donde Borges apareciera más viejo). Le indiqué cuál era y no lo convencí. Señaló otra diciendo: Papá, ésta es una de las últimas; no ves que está casi muerto...
2) De regreso ya, nos mandamos a unas ruinas Jesuíticas en Brasil. Mientras le explicábamos a los niños cómo venía la mano con los Jesuitas, y su relación con los guaraníes, Tomás agregó: eran chotitas las casas de los indios, eh?.
3) Soy un paranoico al revés. Siempre sospecho que la gente está planeando algo para hacerme feliz. J. D. Salinger
casi 4) Intentaba cepillarme los dientes. Entró mi ahijado al baño con una revista. Tío, puedo leerte el horóscopo?. Dale le dije. Sos atento en la escuela?, preguntó. Tenía una revista Billiken, se enojó porque no podía parar de reirme.
4) Para el que disfruta cocinando y/o comiendo, y más si es con otros, compartido digo, cada comida puede traer el recuerdo de esos otros o de aquellos lugares donde el paladar puso la nota. Por ejemplo, hace un rato me antojé con papas fritas y huevos fritos - obviamente, fui a su encuentro- y vinieron a mi mesa dos personas: mi abuela (solía amenazarla con que no iba a comer para que ella preguntara: y si te hago unas papitas con huevos fritos?) y border (no me cuentes, voy a comer frutas, decía; pero voy a hacer papas fritas, le respondía y lo dejaba sin chances). Asado: mi viejo y flia. Canelones: mis socios de Brujas. Cabrito a las llamas: los escritores del (según la definición de Nelson) círculo de la serpiente (aquel cabrito que comimos como a las 4 de la madrugada en el Silo de Jalla). Ostras: JB, Paulo, Joacir. Bourgignon: los compañeros de la secundaria. Cebiche: Panamá y Bolivia. Y así, una larga secuencia de rostros, paisajes y sabores. Que no se acabe la mesa, che.
5) Intento dejar de fumar, ayer y hoy tuve recaídas (está de moda).