31.1.06

Voltando...

0) 40 días de vacaciones. No será muy pronto para volver?

1) Estoy de nuevo por Córdoba. La fotografía que tengo en las manos, detuvo el movimiento pendular que pensé en aquel momento iba a terminar por dormirme. Una hamaca paraguaya color naranja, la extensa playa y el mar de fondo, componen el paisaje que durante 15 días me demoró con la amnesia necesaria de un náufrago. Ahora que la miro con detenimiento, recuerdo que una de las imágenes que más me impresionó fue la de Omar Torrijos en una hamaca, con su sombrero y su cigarro, mirando con la mirada de los que saben dónde quieren fijarla. Vuelvo a mirar la foto, la situación parece ser similar, aunque presumo que van a existir varias diferencias. En el mausoleo donde descansan los restos de Torrijos (dentro del territorio del Canal de Panamá) hay una placa con su frase más célebre: YO NO QUIERO ENTRAR EN LA HISTORIA, SÓLO QUIERO ENTRAR EN LA ZONA DEL CANAL. Dicen además que cuando los Estados Unidos, empujados por el mundo entero, firman un tratado que restituye a Panamá, por etapas, el canal y la zona prohibida, Torrijos murmuró con alivio:
—Más vale así. Le habían evitado la desagradable tarea de volar el canal con todas sus instalaciones.

2) Pregunta a su madre: mamá, qué es mejor, ser padre o ser hijo?

3) Paulo, con su cara de pequeño niño demonio dijo: despierta evita, despierta..., por qué estás tan tiesa, es que tienes un amante?. Había interpretado a la perfección nuestro relato en span-glish-tugués sobre la macabra relación entre Lopez Rega, Isabel y Perón. Nina lo miraba, como siempre, sonriendo con los ojos. JB se ahogaba en su propia risa, en su propia belleza. Con los comentarios sobre Getulio Vargas la Hermandad Latinoamericana estaba sellada. Era la última noche. Nosotros, en la proa de un barco vikingo. El mar, un animal dócil que mordisqueaba la playa.

4) La imagen del post, con expresa autorización de su autor, es de José Paulo Zafir, el pequeño niño demonio: www.flickr.com/photos/zarif , el de la cofradía de los churros latinoamericanos

5) Siempre bajo por Bedoya, paso las vías y hago una pequeña ese para tomar Federico Bransen. Cuando el auto está terminando la última curva, él aparece, invariablemente, solo en la vereda con un paredón descascarado como telón de fondo, y un pasillo extenso que abre un surco en el caserío oculto. Soy testigo desde hace casi dos años de la evolución de su rostro. Para un niño, dos años es una eternidad de cambios. Ayer, decidí saludarlo. Di un golpe de bocina y levanté la mano. Movió torpemente su cuerpo dentro de la silla de ruedas, como si se incomodara, y pude ver cómo su boca hacía una ligera mueca de aprobación. Creo que he sumado un nuevo ritual.