14.8.09

cómo comer pasto sin ser rumiante


1) Amílcar, el gran esperanzado, vaticinaba soles en medio de las tempestades y escribía la palabra vida en medio de los osarios. Sentía que los días le darían todo y que el mundo esperaba sus proezas. Pero un día esa maldita costumbre de apostar demasiado se llevó sus dientes. ¿ Todos?, preguntó resignado. Todos, dijiste dentadura, le respondieron. Escupió sangre un par de horas y el hijoderemilputa colgó un pasacalles:

veamos
tengo
un trillón de hormigas en la boca
un billón de pasos en sentido contrario
un millón de enanos tirando de mi solapa

joder!! tengo bastante!!!

2) Caminando entre altas columnas del mercado maya en las ruinas de chichén itzá, una niña mexicana le preguntó a su padre: de qué tamaño eran los mayas papá?

3) Nos atendió muy amablemente, como todos los mozos mexicanos que saben que su única paga es la propina; el restaurant estaba junto a la selva en tulúm. Pregunté sobre las víboras. Acá traen suerte si uno las ve, por eso las corremos un poco para que los turistas no se asusten pero no las matamos, ahorita hay una negra y blanca, bonita y grande enroscada ahí atrás, ¿ quiere verla?; por eso hoy se llenó de gente. Estaba descalzo y en bermudas, por lo que ahí atrás me sonó a ya te muerde; subí los pies a otra silla. Cenamos mirando ahí atrás. No tardamos en darnos cuenta que toda la otra gente que cenaba no preguntaba estupideces.

4) Me preocupa este tiempo. La empleada deja el cenicero mojado y se apaga el cigarro. No tengo ganas de buscar otro.

Así el deseo.