30.1.14

la frase de la semana

Si tiras mucha manteca al techo, tarde o temprano se pone rancia y complica untar las tostadas.

Así habló Cipriano.

25.1.14

Como cada uno de nosotros ya era varios, en total éramos muchos (D&G)

1) Me pregunto a veces qué esperamos de la noche. ¿Qué noche esperamos en la noche?Días pasados estuvimos con los críos buscando algo en la noche, en el cielo oscuro y enigmático (mysterium tremendum, terribile et fascinans…, tremendo misterio, terrible y fascinante). No hallamos nada. O quizá sí. Hallamos un estar allí. Eso. Estar.

Quizá sea un error creer en la existencia de cosas, personas o sujetos. De hecho, lo que nos interesa son aquellos modos de individuación distintos de las cosas, las personas o los sujetos: la individuación, por ejemplo, de una hora del día, de una región, de un clima, de un río o de un viento, de un acontecimiento
(Gilles Deleuze y Félix Guattari).


2) Alguien desconectó el freezer. Mhm. Parece que sí. Algo huele muy mal aquí. Eso pasa con el freezer, lo tenés que mantener encendido todo el tiempo porque si no funciona la naturaleza hace su tarea, devuelve a los gusanos su ración de espera. ¿Y ahora qué hacemos? 


En la vida, pareciera, es más frecuente llevarnos por delante lo que habíamos dejado atrás.


15.1.14

Amílcar, por favor, no vengas con desplantes...

En un borrador del 2010, antes de bajar el blog por casi 4 años, quedó esto:

Quizá 
entre un estado y el otro
ya no residan las palabras. 
Quizá las palabras ya no sirvan para decirnos esto y aquello.

Curioso, muy curioso. Vengo a darle de alta nuevamente para documentar algunas cosas y lo curioso es que lo que quiero escribir está relacionado con aquello del 2010, es más o menos lo mismo.

Charlaba con Amílcar y Julián hace unos días sobre lo que me pasa y sobre por qué no puedo ponerlo en palabras. Igual me las arreglé para explicar:

Cuando la realidad se parece cada vez más a si misma, todo irremediablemente empeora. 
Es como leer un libro que fue leído infinitas veces e infinitas veces comprendido, pero ahora le faltan páginas o párrafos completos; vos sabés que faltan, por eso no podés comprender la historia nuevamente, pero no sabés cuáles son las palabras que desaparecieron. Por momentos recordás lo que falta pero cuando querés armar el libro volvés a olvidarlo, y así. 

Amílcar y Julián no estaban escuchándome. Con los auriculares puestos me miraban bajando las comisuras de los labios y moviendo la cabeza frenéticamente. Un temazo, escuchalo, dijo Amílcar.