Cuento publicado en Diario Hoy Día Córdoba (2019)
El caso de Isolda y Amílcar tomó tanta relevancia en nuestra comunidad, que hemos decidido mantenerlos informados. Seremos nosotros, los investigadores Zabiola y Manrique, los responsables de este espacio gentilmente cedido por el Director del Periódico, quien decidió, además, crear a partir de ahora una nueva sección que se llamará HISTORIAS SIN GUASAP para que podamos compartir sucesos o hechos que necesiten, como éste, de ciertas precisiones.
Queremos aclarar algunas cosas porque nos sentimos, en cierto modo, responsables de que se hayan filtrado informaciones o detalles de lo encontrado durante los allanamientos en la casa de Amílcar, y no queremos que se sigan generando rumores falsos que pueden alimentar prejuicios o generar actos de violencia en contra de nuestros históricos vecinos, los adoradores del Maestro de la montaña. Deseamos entonces, despejar dudas o manifestar que nosotros también aún tenemos algunas dudas, si hubo o no asesinato por ejemplo. Para que todos nos quedemos tranquilos, estas páginas siempre van a tener la aprobación de la Policía y del Juez de Paz.
Hagamos un poco de historia en esta primera entrega. Amílcar subió a la montaña tres veces en su vida para encontrarse con su Maestro. Permaneció casi 12 años en la montaña o en las inmediaciones de la montaña (también Isolda, según pudimos reconstruir por comentarios de otros fieles o seguidores). Todo este revuelo, queridos vecinos, nos tiene que hacer reflexionar sobre lo poco que sabemos de los que nos rodean, en este momento nos referimos a los que habitan la montaña.
Las consultas que hizo Amílcar a su Maestro, las respuestas y enseñanzas recibidas junto a reflexiones posteriores, quedaron selladas en un profuso libro escrito por el mismo Amílcar, titulado: Que la sangre siga su camino.
El libro tiene también pequeños relatos o apuntes, como el procedimiento para construir un molino de agua por ejemplo, sin conexión directa, para nosotros, con una etapa que podríamos definir de acercamiento a la verdad suprema o de elevación espiritual o de conjuros como el resto del libro. Quizá el procedimiento de construcción del molino tenga encriptada la rutina de una ceremonia o elementos clave para descifrar algo macabro que no sabemos todavía, eso queremos decir. En un libro enigmático de punta a punta como éste, cada línea puede tener un gran mensaje dicho en forma directa o dicho de manera encubierta, o ambas cosas a la vez. Muy muy complicada la tarea que nos toca, aclaramos. Horas y horas de trabajo antes de dar vuelta una página. Es una pena que no podamos contar con los testimonios del autor y único sospechoso en este momento.
Casi todo está narrado en tercera persona, refiriendo a Amílcar como alguien distante, ajeno. Cada relato habla de un Amílcar que estaba allí en la montaña, o en otro lado, pero a su vez Amílcar se veía a sí mismo fuera de él haciendo las cosas que él hacía. Sabemos bien que narrar así tiene relación con una técnica literaria muy usada por los autores de libros, pero lo que no sabemos si aplica 100 % acá, si aplica sobre un hombre, quizá, afectado o enfermo.
Otra particularidad del manuscrito es que cada nuevo texto, en general muy breve con no más de un párrafo, además de estar fechado, está encabezado por una definición del rol que juega Amílcar en ese pasaje; por ejemplo: Amílcar, el Observador; Amílcar, el Mensajero; entre otros. Otra vez se pone de manifiesto un desdoblamiento pernicioso de la personalidad.
Seguimos pronto.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA IV
Cuando en medio de la investigación por la desaparición de Isolda dimos con el manuscrito, por su contenido, por algunas manchas de sangre en algunas páginas y por la forma en que había sido celosamente escondido, mejor digamos guardado, por ahora al menos, rápidamente pensamos que Amílcar tuvo que ver con el hecho.
Lo primero que se nos vino a la cabeza en esa primera lectura que le dimos al libro, el día posterior al allanamiento, fue que una persona normal, o lo que entendemos como más o menos normal en un pueblo como el nuestro, no podía escribir las cosas que escribía Amílcar; intuimos que allí había un alma perturbada y proclive a las oscuridades y a probables excesos.
Compartimos un ejemplo contundente para que nos entiendan, transcribiendo textualmente el pensamiento de Amílcar: 12 de octubre de 2013. Amílcar, el Inhóspito, coleccionaba farmacopeas. Quería ser un gran boticario. Desde el Recetario Florentino de 1498 hasta la fecha, tenía todas. Perdón, desde antes aún. Tenía la obra "De re medica" de Dioscórides, donde se exponen una serie de productos vegetales con propiedades medicinales y las patologías sobre las que actúan; también los Akrabaddin de médicos árabes como Mesué y Rasís que incluían técnicas para detección de adulteraciones y sinonimias de las drogas vegetales. Soy un perfecto imbécil, supo reprocharse Amílcar una tarde. Me pasé la vida pensando en cuáles son los mejores antídotos, cuando en realidad sólo tengo que saber cuál es el mejor veneno.
Cuando leímos este texto del 12 de octubre de 2013 rápidamente concluimos que, si a Isolda la encontrábamos muerta por envenenamiento con algún tipo de veneno muy sofisticado, que no dejara huellas por ejemplo, el profundo conocimiento de Amílcar lo volvía a poner en la escena del crimen. Era indudable, aunque en ese momento, en el día posterior al allanamiento, sólo sabíamos que Isolda y Amílcar habían desaparecido y que una vecina, cuya identidad vamos a preservar, escuchó en la verdulería decir a Isolda: Amílcar, tengo un poco de miedo. La vecina dijo además que Amílcar, sonriendo, miró a Isolda y le respondió: no tengas miedo, te vas a sentir como en las propias entrañas de Dios.
A continuación, compartimos el texto del 25 de mayo de 2004, como un ejemplo irrefutable del odio que sentía Amílcar por los vínculos duraderos con una mujer:
25 de mayo de 2004. Amílcar, el Tremebundo, soñó una tarde que era posible alejar a sus amantes untándose con restos de tortas de casamientos. 108 días 22 horas 11 minutos se pasó el hirsuto administrando un servicio de limpieza para salones de fiestas. Se cansó de frotar mansamente postres diversos sobre su cuerpo mientras sus empleados hacían la tarea. Odiaba las milhojas: parece que te arañan la piel. Se cansó a los 108 días 22 horas 12 minutos e inmediatamente se tatuó en la frente unas palabritas de Burroughs: Un paranoide es alguien que sabe lo que está ocurriendo.
Si bien la mayoría de las anotaciones, como la anterior, revelan a un Amílcar muy raro (no queremos decir que Amílcar es peligroso), también hay en el libro algunos pocos pasajes, muy pocos, que nos confundieron, pasajes con cierta sensibilidad y con cierto apego a cosas simples que no parecen emanar de una psiquis inestable como la de Amílcar. Para ser leales a nosotros y a ustedes y no esconder la existencia de razonamientos más o menos normales, compartimos la siguiente reflexión textual de este espíritu complejo:
26 de enero de 2007. Amílcar, el Tecnólogo Exponencial, recordaba así algunos viejos asuntos: antes pasábamos todo el día con un disco de pasta, uno solo, dale que te dale; la púa se levantaba en el último surco, hacía unos movimientos mecánicos simulando que iba a detenerse en la posición de apagado y retornaba a la primera pista; mirábamos las pistas con una lupa y no podíamos entender cómo podía salir música de allí; era un problema de familia eso de mirar sin comprender el funcionamiento de las cosas porque mi papá miraba la radio, mi abuela los aviones, mi hermana la máquina de escribir, mi tío la chipeadora, mi mamá la máquina de coser, la Pochita una Polaroid. (Entretanto toda la familia miraba artefactos diversos, Amílcar aprendió, guiado por un primo, a mirar a las mujeres del barrio que usaban polleras en el momento exacto en que cruzaban las piernas). Así concluyó Amílcar el recuerdo de viejos asuntos: hoy hay muchas máquinas de aullar a la nada, que no se apagan ni siquiera por las noches.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA VII
Fiel a un estilo, el libro está firmado por: Amílcar, el Aprendiz. Amílcar+rol, como explicamos antes. En realidad, no se trata de un libro para ser precisos: son 27 cuadernos Rivadavia encolados uno a continuación del otro, la contratapa del primero pegada a la tapa del segundo y así. Tapas blandas, no duras, 48 páginas cada uno.
Vamos a fondo señores. No vamos a emitir opiniones ni juicios en esta entrega, ni vamos a apurar la verdad. Queremos solamente compartir varios textos irrefutables sobre el perfil criminal o inmoral o perverso de Amílcar. Las conclusiones las realizarán ustedes porque todos podemos ser un poco investigadores si estamos dispuestos a intentarlo. Habla Amílcar ahora.
8 de julio de 2010. Amílcar, el Gran Tristeador, refirió así (usando el reverso de una factura de energía eléctrica) sobre una posible disfunción del hipotálamo: si yo acecho y tu acechas /nos acechamos / marisma / rumba de la tristeza / arcángel del no volver / apaga ya tu demencial acorde / ¿qué buscas de mí? / ¿mi boca desdentada mis palabras mis débiles aparejos / mis pequeñas invenciones mi deseo la transparencia del agua? / ¿no alcanza hoy con exhibirnos la sangre de tus muertos y las ínfimas destrezas de mis pasos? / quédate si quieres / no me demoro / pero prorrógame. Y Amílcar partió hacia un Rapipago, porque está claro: la luz es lo primero.
9 de setiembre de 2017. Amílcar, el Confeso, escribió una noche: lento peregrinaje de crímenes ajenos, hacia atrás y hacia adelante de los siglos. Hay días en los que no merecemos tanto, o tan poco. Ya lo dijeron: pagar por un crimen que no cometiste. Y cometer un crimen por el que no pagarás. ¿Quién te persigue, perseguidor? Y recordar un crimen que no presenciaste y olvidar el crimen del que fuiste testigo. Y caminar, mitad fuera, mitad dentro, como un equilibrista entre la caída y la tierra firme. Y vivir, a mitad de la espera, a mitad del encuentro, a mitad de la partida.
Sin palabras. Un demente.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA X
Ese compendio de reflexiones de Amílcar que nos ocupó este último mes, adquirió relevancia en medio de la minuciosa investigación que realizamos por la presunta muerte, ahora se sabe inexistente, de una de las discípulas predilectas del Maestro de la montaña: Isolda.
En un primer momento pensamos que esos escritos escondían una oscura trama de sacrificios o ritos de iniciación y que Isolda había sido la elegida para que Amílcar, con sus propias manos, pudiera consumar una ofrenda. Lamentamos toda la confusión.
Todos ya sabemos que Isolda apareció sana y salva, por lo tanto, esta nota debería ser solamente para pedir disculpas por algunas imprecisiones que hemos tenido y dar el caso por cerrado, por terminado, pero nos insistieron tanto con la continuidad de nuestras teorías y reflexiones que sinceramente decidimos pensar un poco más sobre lo que debíamos hacer. Ya tenemos una decisión: los investigadores Zabiola y Manrique vamos a escribir algunas páginas más, contando los detalles más cautivantes de esta investigación, sobre todo relatando la época donde el único sospechoso era Amílcar con Isolda obviamente muerta, y sobre cómo se van resolviendo las dudas que aún tenemos.
Ya obtuvimos las confesiones de todos los involucrados, incluso tenemos el testimonio del Maestro de la montaña, ahora devenido científico del clima según él; pudo mostrar como parte de su defensa un largo prontuario de conferencias, diplomas y publicaciones en revistas internacionales. Veremos qué pasa con este asunto.
La confesión de Isolda y Amílcar no terminó de convencernos, pero respetamos lo que dijeron. Presuntamente ellos también son especialistas en cuestiones meteorológicas o climáticas, doctorados fuera del país. Según ellos, estuvieron ausentes porque oficiaron de guías y colaboradores de los Cazatormentas extranjeros que recorrieron la provincia hace unas semanas. Tienen una buena coartada para sumar confusión a la confusión, parece, pero no vamos a adelantarnos. Seguiremos investigando.
Lamentamos finalmente que Isolda y Amílcar hayan decidido abandonar su casa en el pueblo, alegando que lo hacen para respetar a los pobladores, dicen que los pobladores nos asustamos cuando los vemos pasar juntos y que todos pensamos que son como fantasmas, encarnaciones maliciosas de fuerzas desconocidas.
Queremos aclarar algunas cosas porque nos sentimos, en cierto modo, responsables de que se hayan filtrado informaciones o detalles de lo encontrado durante los allanamientos en la casa de Amílcar, y no queremos que se sigan generando rumores falsos que pueden alimentar prejuicios o generar actos de violencia en contra de nuestros históricos vecinos, los adoradores del Maestro de la montaña. Deseamos entonces, despejar dudas o manifestar que nosotros también aún tenemos algunas dudas, si hubo o no asesinato por ejemplo. Para que todos nos quedemos tranquilos, estas páginas siempre van a tener la aprobación de la Policía y del Juez de Paz.
Hagamos un poco de historia en esta primera entrega. Amílcar subió a la montaña tres veces en su vida para encontrarse con su Maestro. Permaneció casi 12 años en la montaña o en las inmediaciones de la montaña (también Isolda, según pudimos reconstruir por comentarios de otros fieles o seguidores). Todo este revuelo, queridos vecinos, nos tiene que hacer reflexionar sobre lo poco que sabemos de los que nos rodean, en este momento nos referimos a los que habitan la montaña.
Las consultas que hizo Amílcar a su Maestro, las respuestas y enseñanzas recibidas junto a reflexiones posteriores, quedaron selladas en un profuso libro escrito por el mismo Amílcar, titulado: Que la sangre siga su camino.
El libro tiene también pequeños relatos o apuntes, como el procedimiento para construir un molino de agua por ejemplo, sin conexión directa, para nosotros, con una etapa que podríamos definir de acercamiento a la verdad suprema o de elevación espiritual o de conjuros como el resto del libro. Quizá el procedimiento de construcción del molino tenga encriptada la rutina de una ceremonia o elementos clave para descifrar algo macabro que no sabemos todavía, eso queremos decir. En un libro enigmático de punta a punta como éste, cada línea puede tener un gran mensaje dicho en forma directa o dicho de manera encubierta, o ambas cosas a la vez. Muy muy complicada la tarea que nos toca, aclaramos. Horas y horas de trabajo antes de dar vuelta una página. Es una pena que no podamos contar con los testimonios del autor y único sospechoso en este momento.
Casi todo está narrado en tercera persona, refiriendo a Amílcar como alguien distante, ajeno. Cada relato habla de un Amílcar que estaba allí en la montaña, o en otro lado, pero a su vez Amílcar se veía a sí mismo fuera de él haciendo las cosas que él hacía. Sabemos bien que narrar así tiene relación con una técnica literaria muy usada por los autores de libros, pero lo que no sabemos si aplica 100 % acá, si aplica sobre un hombre, quizá, afectado o enfermo.
Otra particularidad del manuscrito es que cada nuevo texto, en general muy breve con no más de un párrafo, además de estar fechado, está encabezado por una definición del rol que juega Amílcar en ese pasaje; por ejemplo: Amílcar, el Observador; Amílcar, el Mensajero; entre otros. Otra vez se pone de manifiesto un desdoblamiento pernicioso de la personalidad.
Seguimos pronto.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA IV
Cuando en medio de la investigación por la desaparición de Isolda dimos con el manuscrito, por su contenido, por algunas manchas de sangre en algunas páginas y por la forma en que había sido celosamente escondido, mejor digamos guardado, por ahora al menos, rápidamente pensamos que Amílcar tuvo que ver con el hecho.
Lo primero que se nos vino a la cabeza en esa primera lectura que le dimos al libro, el día posterior al allanamiento, fue que una persona normal, o lo que entendemos como más o menos normal en un pueblo como el nuestro, no podía escribir las cosas que escribía Amílcar; intuimos que allí había un alma perturbada y proclive a las oscuridades y a probables excesos.
Compartimos un ejemplo contundente para que nos entiendan, transcribiendo textualmente el pensamiento de Amílcar: 12 de octubre de 2013. Amílcar, el Inhóspito, coleccionaba farmacopeas. Quería ser un gran boticario. Desde el Recetario Florentino de 1498 hasta la fecha, tenía todas. Perdón, desde antes aún. Tenía la obra "De re medica" de Dioscórides, donde se exponen una serie de productos vegetales con propiedades medicinales y las patologías sobre las que actúan; también los Akrabaddin de médicos árabes como Mesué y Rasís que incluían técnicas para detección de adulteraciones y sinonimias de las drogas vegetales. Soy un perfecto imbécil, supo reprocharse Amílcar una tarde. Me pasé la vida pensando en cuáles son los mejores antídotos, cuando en realidad sólo tengo que saber cuál es el mejor veneno.
Cuando leímos este texto del 12 de octubre de 2013 rápidamente concluimos que, si a Isolda la encontrábamos muerta por envenenamiento con algún tipo de veneno muy sofisticado, que no dejara huellas por ejemplo, el profundo conocimiento de Amílcar lo volvía a poner en la escena del crimen. Era indudable, aunque en ese momento, en el día posterior al allanamiento, sólo sabíamos que Isolda y Amílcar habían desaparecido y que una vecina, cuya identidad vamos a preservar, escuchó en la verdulería decir a Isolda: Amílcar, tengo un poco de miedo. La vecina dijo además que Amílcar, sonriendo, miró a Isolda y le respondió: no tengas miedo, te vas a sentir como en las propias entrañas de Dios.
A continuación, compartimos el texto del 25 de mayo de 2004, como un ejemplo irrefutable del odio que sentía Amílcar por los vínculos duraderos con una mujer:
25 de mayo de 2004. Amílcar, el Tremebundo, soñó una tarde que era posible alejar a sus amantes untándose con restos de tortas de casamientos. 108 días 22 horas 11 minutos se pasó el hirsuto administrando un servicio de limpieza para salones de fiestas. Se cansó de frotar mansamente postres diversos sobre su cuerpo mientras sus empleados hacían la tarea. Odiaba las milhojas: parece que te arañan la piel. Se cansó a los 108 días 22 horas 12 minutos e inmediatamente se tatuó en la frente unas palabritas de Burroughs: Un paranoide es alguien que sabe lo que está ocurriendo.
Si bien la mayoría de las anotaciones, como la anterior, revelan a un Amílcar muy raro (no queremos decir que Amílcar es peligroso), también hay en el libro algunos pocos pasajes, muy pocos, que nos confundieron, pasajes con cierta sensibilidad y con cierto apego a cosas simples que no parecen emanar de una psiquis inestable como la de Amílcar. Para ser leales a nosotros y a ustedes y no esconder la existencia de razonamientos más o menos normales, compartimos la siguiente reflexión textual de este espíritu complejo:
26 de enero de 2007. Amílcar, el Tecnólogo Exponencial, recordaba así algunos viejos asuntos: antes pasábamos todo el día con un disco de pasta, uno solo, dale que te dale; la púa se levantaba en el último surco, hacía unos movimientos mecánicos simulando que iba a detenerse en la posición de apagado y retornaba a la primera pista; mirábamos las pistas con una lupa y no podíamos entender cómo podía salir música de allí; era un problema de familia eso de mirar sin comprender el funcionamiento de las cosas porque mi papá miraba la radio, mi abuela los aviones, mi hermana la máquina de escribir, mi tío la chipeadora, mi mamá la máquina de coser, la Pochita una Polaroid. (Entretanto toda la familia miraba artefactos diversos, Amílcar aprendió, guiado por un primo, a mirar a las mujeres del barrio que usaban polleras en el momento exacto en que cruzaban las piernas). Así concluyó Amílcar el recuerdo de viejos asuntos: hoy hay muchas máquinas de aullar a la nada, que no se apagan ni siquiera por las noches.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA VII
Fiel a un estilo, el libro está firmado por: Amílcar, el Aprendiz. Amílcar+rol, como explicamos antes. En realidad, no se trata de un libro para ser precisos: son 27 cuadernos Rivadavia encolados uno a continuación del otro, la contratapa del primero pegada a la tapa del segundo y así. Tapas blandas, no duras, 48 páginas cada uno.
Vamos a fondo señores. No vamos a emitir opiniones ni juicios en esta entrega, ni vamos a apurar la verdad. Queremos solamente compartir varios textos irrefutables sobre el perfil criminal o inmoral o perverso de Amílcar. Las conclusiones las realizarán ustedes porque todos podemos ser un poco investigadores si estamos dispuestos a intentarlo. Habla Amílcar ahora.
8 de julio de 2010. Amílcar, el Gran Tristeador, refirió así (usando el reverso de una factura de energía eléctrica) sobre una posible disfunción del hipotálamo: si yo acecho y tu acechas /nos acechamos / marisma / rumba de la tristeza / arcángel del no volver / apaga ya tu demencial acorde / ¿qué buscas de mí? / ¿mi boca desdentada mis palabras mis débiles aparejos / mis pequeñas invenciones mi deseo la transparencia del agua? / ¿no alcanza hoy con exhibirnos la sangre de tus muertos y las ínfimas destrezas de mis pasos? / quédate si quieres / no me demoro / pero prorrógame. Y Amílcar partió hacia un Rapipago, porque está claro: la luz es lo primero.
9 de setiembre de 2017. Amílcar, el Confeso, escribió una noche: lento peregrinaje de crímenes ajenos, hacia atrás y hacia adelante de los siglos. Hay días en los que no merecemos tanto, o tan poco. Ya lo dijeron: pagar por un crimen que no cometiste. Y cometer un crimen por el que no pagarás. ¿Quién te persigue, perseguidor? Y recordar un crimen que no presenciaste y olvidar el crimen del que fuiste testigo. Y caminar, mitad fuera, mitad dentro, como un equilibrista entre la caída y la tierra firme. Y vivir, a mitad de la espera, a mitad del encuentro, a mitad de la partida.
Sin palabras. Un demente.
HISTORIAS SIN GUASAP: CASO AMÍLCAR / ISOLDA X
Ese compendio de reflexiones de Amílcar que nos ocupó este último mes, adquirió relevancia en medio de la minuciosa investigación que realizamos por la presunta muerte, ahora se sabe inexistente, de una de las discípulas predilectas del Maestro de la montaña: Isolda.
En un primer momento pensamos que esos escritos escondían una oscura trama de sacrificios o ritos de iniciación y que Isolda había sido la elegida para que Amílcar, con sus propias manos, pudiera consumar una ofrenda. Lamentamos toda la confusión.
Todos ya sabemos que Isolda apareció sana y salva, por lo tanto, esta nota debería ser solamente para pedir disculpas por algunas imprecisiones que hemos tenido y dar el caso por cerrado, por terminado, pero nos insistieron tanto con la continuidad de nuestras teorías y reflexiones que sinceramente decidimos pensar un poco más sobre lo que debíamos hacer. Ya tenemos una decisión: los investigadores Zabiola y Manrique vamos a escribir algunas páginas más, contando los detalles más cautivantes de esta investigación, sobre todo relatando la época donde el único sospechoso era Amílcar con Isolda obviamente muerta, y sobre cómo se van resolviendo las dudas que aún tenemos.
Ya obtuvimos las confesiones de todos los involucrados, incluso tenemos el testimonio del Maestro de la montaña, ahora devenido científico del clima según él; pudo mostrar como parte de su defensa un largo prontuario de conferencias, diplomas y publicaciones en revistas internacionales. Veremos qué pasa con este asunto.
La confesión de Isolda y Amílcar no terminó de convencernos, pero respetamos lo que dijeron. Presuntamente ellos también son especialistas en cuestiones meteorológicas o climáticas, doctorados fuera del país. Según ellos, estuvieron ausentes porque oficiaron de guías y colaboradores de los Cazatormentas extranjeros que recorrieron la provincia hace unas semanas. Tienen una buena coartada para sumar confusión a la confusión, parece, pero no vamos a adelantarnos. Seguiremos investigando.
Lamentamos finalmente que Isolda y Amílcar hayan decidido abandonar su casa en el pueblo, alegando que lo hacen para respetar a los pobladores, dicen que los pobladores nos asustamos cuando los vemos pasar juntos y que todos pensamos que son como fantasmas, encarnaciones maliciosas de fuerzas desconocidas.