22.5.09

permuto blackberrys por grupúsculos apasionados


1) Ya se sabe: la existencia es compleja e insondable, sólo que a veces se revela violentamente, desnuda la persistencia de un lejano impulso, como el metal frío de un arma que aguarda la mano temblorosa. Como el vaso que espera el inevitable camino hacia la boca de un alcohólico.

Con la fuerza del agua que pacientemente socava la piedra y abre surcos para resguardarse de otros recorridos, se inicia el postergado sacrificio. Voz monocorde, red que precipita.

Y la sensación de estar suspendidos, administrando las pocas energías que quedan para mantenernos allí, quietos, evitando deslizarnos cada vez más velozmente hacia la profundidad. Hacia la temida planicie de lo no nombrado.

2) Amílcar, el memorioso, contabilizó el tropiezo número 123 con la misma piedra. Ya había tropezado varias veces con otras 23 piedras. Procedió de igual manera: se detuvo repentinamente y pensó durante largo tiempo. Pensó hasta que su sed fue insoportable y sus piernas entumecieron. Luego de prepararse suculentas bebidas dijo (nuevamente): Caray, esta maldita piedra no es de fiar! Tomó un cincel y delicadamente esculpió sobre una gran piedra que tenía en su dormitorio la forma exacta de la nueva piedra del tropiezo. Después de insertarla y examinar la leve grita de los contornos, libró un acta:
Hoy, efímero 28 de mayo de 2009, he aquí otra piedra del tropiezo, pequeño planeta de una errante galaxia.

3) Como se ha visto en muchas ocasiones, la evolución innovadora (creadora) se efectúa siempre por la transformación de desviaciones en tendencias. Es necesario que la idea nueva se beneficie en un principio de un micro caldo de cultivo, grupúsculo apasionado (Gaudin) de cinco a quince personas. Después, los fervientes multiplican los fermentos que multiplican los fervientes, hasta que la desviación se convierte en tendencia. (Morin, Edgar. El método, las ideas)