1) Oscuros ósculos: una china (27 años) se pasó 27 horas y 40 minutos besando la carrocería de un Chevrolet Lova, ganando la competición (y el auto). Los participantes tenían que demostrar mucho ¨amor¨ por el vehículo. Terminó con labios y piernas casi paralizados: cuando el concurso llegó a las 24 horas, los ¨amantes¨ que aún quedaban fueron obligados a besar el automóvil apoyándose sólo en un pie. Mamá, cuando lo vamos!
2) En Peenemunde, Mar Báltico, donde estaban las instalaciones (II Guerra Mundial) para construir las bombas voladoras alemanas V 1 y V 2, se realizó un experimento con una piloto de planeadores y aviones: Hanna Reitsch. A partir de su contextura física pequeña se adaptó una cabina de pilotaje a una bomba V 1; realizó vuelos exitosos aterrizando siempre en las playas arenosas cerca de la base. Digamos que debe ser el único caso donde la bomba está fuera de una mujer, me parece.
3) Mírame. ¿ Qué ves?
4) El gangoso Siglioni era todo un personaje, dicen. Tenía dos ocupaciones: taxista y fletero, ambas cosas con la misma chatita, allá por el ´50. Le atribuyen diversas anécdotas, pero la que más me gusta es la del radio-teatro. Los más viejitos (tampoco tanto como para nacer allá por los ´50) hemos podido disfrutar de algunas sagas; yo recuerdo dos por radio nacional: la Difunta Correa y Nazareno Cruz y el lobo. Todos los días de 11,30 a las 12, imperdible. Ojos cerrados, pegado a la radio. Una vez que se hacían populares, armaban pequeñas compañías de teatro que recorrían pueblos representando la obra sobre la misma historia. Se llenaban los clubes, las escuelas y las plazas.
Dicen que a Siglioni le tocó llevar en su chatita, una fría noche, a la compañía que representaba Juan Moreira, para realizar la puesta en una localidad cercana. En el camino, levanta fiebre y se descompone uno del elenco. Le avisan a Siglioni que iba a tener que reemplazarlo. La obra comienza, y también la repetida pregunta de nuestro personaje: ¨yña engo e entrar?¨. Le respondían con paciencia: ¨No, Siglioni, aún no tenés que entrar¨, y así durante un par de horas. Hasta que llegó el momento para el gran actor: ¨ahora Siglioni, ahora, entrá!¨. Siglioni enfundado en ropa de gaucho entra en escena y ve a Juan Moreira tendido en el piso, ensangrentado, después de haber sido atravesado por la bayoneta del Sargento Chirino, justo cuando iba a saltar la pared que se interponía entre los policías y su caballo. Siglioni, tal como le habían indicado, lo incorpora entre sus brazos; Juan Moreira, agonizando, lo mira largamente y le dice: ¨llegaste taaaarde, hermaaaano...¨. Sorprendido por esas palabras que no estaban en las instrucciones, Siglioni mira hacia todos lados y responde: ¨y nqué nquerés, si no me dejaban ntrar!!¨