6.11.06

yo tengo la moneda que en vez de Cudiné dice Oudiné


preámbulo) Cierto día el brahmin me dijo:
- Quisiera no haber nacido
Le pregunté por qué y él respondió:
- Hace cuarenta años que estudio, y son cuarenta años perdidos; enseño a los demás y yo lo ignoro todo: esta situación hace que mi alma se sienta tan humillada y asqueada que mi vida me resulta insoportable. He nacido, vivo en el tiempo y no sé qué es el tiempo; me encuentro en un punto entre dos eternidades, y no tengo ni la menor idea de la eternidad. Estoy compuesto de materia; pienso, y jamás he llegado a saber lo que produce el pensamiento, ignoro si el pensamiento es en mí una simple facultad, como la de andar o la de digerir. No sólo me es desconocido el principio de mi pensamiento, sino que incluso el principio de mis movimientos me es igualmente ignorado: no sé por qué existo. Sin embargo, todos los días me hacen preguntas de todos estos puntos; y hay que responderlas; no tengo nada interesante para decir; hablo mucho, y después de haber hablado me quedo confuso y avergonzado de mí mismo.

(Historia de un buen brahmin, Voltaire)

epílogo) Me entrego al sueño voraz. Nuevamente. Yo le dí de comer una vez. Yo le dí. Panes recién horneados y también los restos que dejara mi perro, le dí. Una noche, le dí de comer mis uñas, fotos viejas y 100 boletos capicúas, de los de antes. Sin descanso, el voraz sueño me sometía a una tortura sin límites. Quiero, arremetía. Así pasaron varios años. Pero ya no tengo le dije un buen día. Fue un buen día, lo recuerdo, y aullé como un lobo. Ya basta, parece que dijo hace algunas semanas. Es voraz ese sueño. Vuelve. Juro que yo no lo llamo. Viene solo. No sé cómo vamos a hacer ahora, sentencié en voz baja, no sé ahora. Yo no te voy a dar, ya no de aquella manera. Vamos que tener que llegar a un acuerdo.