20.7.06

Día del amigo, che

No tengo ganas de dejarlo pasar, ni preguntarme por qué hoy y no otro día, ni hacerme el distraido diciendo yo a estas cosas no les doy corte. Porque soy previsible. Por eso, qué más. Porque no me jacto de tenerlos en cantidad sino en diversidad. Si, tengo amigos berretas y de los que valen un perú, si, iluminados y en el sótano, demonios imperturbables y pequeños ángeles que le sacan brillo a la luna con la manga de la camisa, a muchos envidiables utopías les crecen por todos lados y a otros les basta el clonazepam, bucaneros y elegantes, joyeros e ilusionistas, funcionarios y funcionales, charlatanes y dueños de abadías, y los tengo de sangre de primaria de distancia de trabajo de secundaria de viajes de deportes de poesía de universidad y también de reproche de derecha de consuelo de carcajada de abandono de humo de revés de música de lloriqueo de ausencia de prepo y por antojo y más de una vez me han hecho un baño con sulfato de cobre para que el óxido de los huesos no se note, me han cortado las uñas enmendado el paso saneado el bolsillo usurpado los libros subrayado el acto fallido y nos hemos gastado las horas conversando, eso, dialogando, eso, suturando, eso, apostando, eso, soñando, eso, sosteniendo, eso, viviendo, como viejas costureras.
Pero a no confundir señores, a todos, a todos absolutamente nos une la traza de estar peléandola, como si fuéramos héroes, como si amigáramos la falta con la abundancia. Y hay un par de lealtadades, in-mo-di-fi-ca-bles, con eso no se jode. Después, qué importa, después nuevamente el ruedo y nuevamente después. Que se estire todo lo que quiera, pero que no se corte, que a dios se le entumezcan los dedos antes de que produzca el ahogo. Ojalá. Siempre. Feliz día, amiquitos.