2.6.06
El chueco, Gomez, mundial
Tenía los pies hacia dentro, como si cada uno tuviera la intención de ir en sentido diferente. Los talones separados pero las puntas juntas. Además, cada pie no apoyaba toda la planta sino solamente la parte externa. Cuando conveníamos ir a cazar pájaros o a pescar la reflexión obligada era si va Gomez hay que salir una hora antes. Daba pasos cortos, con cierto esfuerzo; tenía una extraña forma de moverse, bamboleando los brazos exageradamente, como si buscara impulsarse usando los brazos como aspas, como si caminara en un terreno fangoso y pesado. Obviamente, a la hora del fútbol hacía banco, como yo pero por razones más comprensibles; dirigía: vos allá de nueve, bajá inútil bajá!, tirá centro!, gritaba desde afuera.
Estábamos en sexto y jugábamos contra séptimo, la despedida. El gran Gomez había elegido un par de zapatillas relativamente nuevas, no tan deformadas, unas medias blancas que le trepaban más allá de las rodillas. Desde afuera gritaba, como siempre. Cuando faltaban 15, el profe le dijo: dale Gomez, entrá por Flores. Gomez le ponía garra, pero no alcanzaba, siempre llegaba a destiempo. En los últimos 5 desistió y se quedo arriba, en la jerga: a tomar mates.
Íbamos 2 a 2, cuando llegó el momento. Era el día de Gomez. Desde abajo, un rechazo de Molina fue a dar exactamente en el pecho de Gomez, el gran Gomez, el chueco. Lo recuerdo en cámara lenta, girando con dificultad y con gracia a unos 6 metros del arco. La pelota lo esperó, estoy seguro, cayendo lenta muy lentamente para que él, perdiendo el equilibrio, con mucha rosca con comba como se dice, la clavara en el ángulo. Todos nos miramos, más conmovidos que sorprendidos, y salimos corriendo para el festejo. Lloró, desde el piso, como 10 minutos lloró. Ya éramos de séptimo, gracias a Gomez.
Durante meses el chueco se paraba en medio de la clase y cuando todos hacíamos silencio, dejaba caer un bollo de papel desde la altura de su pecho y le daba, girando sobre un pie como aquel día (el día de Gomez). Después, con gestos ligeros decía : así le pegué, se dan cuenta?, fácil, con tres dedos. Inatajable.