“Y caí como el ángel. / Iba dentro de un péndulo al abismo / buscando al relojero.” (*)
Por el 86 decidí cursar Licenciatura en Letras Modernas. Hice amigos entrañables. Estuve hasta fines del 87. Una noche, en el 164, íbamos disfrazados a un baile en el Pabellón de las Brujas en la Ciudad Universitaria. Tengo aquella imagen grabada: el colectivo atravesando la ciudad con una horda de engendros ahogados en la risa.
“Qué mecanismo hace que salga el dos de la baraja? / ¿Quién regula el azar, quién la fortuna? / ¿Por qué mi posición dentro del cielo?” (*)
En la madrugada, yo estaba en la barandilla de la escalera que llevaba a una pequeña laguna, Maite, sentada en uno de los escalones, hacía pendular uno de mis brazos. Marcelo se acercó, quitó su máscara y me dijo, con desprecio, con furia, con distancia: las mujeres siempre te van a amar, con o sin máscara yo siempre seré un monstruo. Me quedé largo tiempo mirándolo, el alcohol había hecho estragos en nosotros. La mañana nos encontró rodando por la Chacabuco y nos dispersamos como la bruma.
“Me están leyendo / me pasan la mirada / letra por letra / palabra por palabra / Poco importa, lector, / ya estoy a término.” (*)
Un par de años más tarde, supongo que primavera del 88, encontré a Paula en la peatonal, me abrazó llorando. Dijo: se murió Marcelo, se murió. Un cáncer lo devoró en algunos meses, cuando había conocido el amor.
Hoy, un pequeño homenaje al mejor poeta de Córdoba.
“Una puerta que da al vacío. / Una puerta que da a otro mundo. / Una puerta que da a otro lado. / Dios dejó de soñarme.” (*)
(*) ¨Bitacora del sueño¨ de Marcelo Torelli, Ediciones Argos.