Una noticia me dejo perplejo hace un par de noches. Una de esas noticias que tienen suficiente horror y belleza como para sentir que lo bueno y lo malo comienzan a centrifugarse recíprocamente, hasta dejarnos sin pensamiento. ¿ Qué espera? ¿ Qué encuentro? ¿ Qué dolor? ¿ Qué alivio? ¿ Qué hilo entre las miradas? ¿ Qué silencio? ¿ Qué llanto?
Jonathan dos Santos Alves, de 18 años, se perdió en la selva amazónica a mediados de mayo, cuando se separó de dos amigos con los que había ido a cazar en una zona situada 117 kilómetros al norte de la ciudad de Manaos. El jefe del departamento de rescate y de bomberos, Antonio Dias dos Santos, dijo que llevaba 42 días perdido. La búsqueda oficial se cerró hace un mes, pero su padre, Edilson, siguió buscándolo con su hermano y otros dos hombres. El sábado encontraron a Jonathan junto a un río, deshidratado, desnutrido y cubierto de picaduras de insectos. "Lo sujeté en mis brazos y aparté a los insectos de su boca", dijo su padre, un agricultor de 40 años. "Cuando intenté reanimarlo, abrió los ojos, apretó los dientes y murió"