1) Amílcar, el inhóspito, coleccionaba farmacopeas. Quería ser un gran boticario. Desde el Recetario Florentino de 1498 hasta la fecha, tenía todas. Perdón, desde antes aún. Tenía la obra "De re medica" de Dioscórides, donde se exponen una serie de productos vegetales con propiedades medicinales y las patologías sobre las que actúan; también los Akrabaddin de médicos árabes como Mesué y Rasís que incluían técnicas para detección de adulteraciones y sinonimias de las drogas vegetales. Eso está bien, decía su mirada. Sos un perfecto imbécil, supo reprocharme una tarde, debe saberse siempre cuál es el mejor veneno, mucho más que saber cuál es el mejor antídoto.
2) <<< alguien deshizo el paraíso y hoy busca respuestas en un costurero / en el orden extraño que le dictan sabiamente las agujas / pide ayuda sin embargo: / mírame / señálame el lugar de la sutura >>> <<< antes dijiste andá con cuidado no vayas como un loco / momentito: / los locos no van / dan vueltas sobre si mismos como una hoja seca que cae / ya supe morirme de mi muchas veces / y aún sigo prologando otras muertes / es que la muerte tiene esas provocaciones esa paciencia >>> <<< me sorprende entonces llorarme leyendo pequeños carteles abrazados a una torre de luz / carteles del tipo arreglo cañerías llamar a tal o cual / pasa que él se subió a una alta escalera para mostrarle al mundo con su cartelito que él puede hacer correr el agua donde no corre / minúsculos ríos dirá indicando que lo ha logrado cuando le extiendas su paga / minúscula paga para un hombre que quiere redimirse >>>
3) “... el vulgo de nuestra nobleza no obedece este precepto, pues piensa que es hermoso y digno no saber formar las letras; se diría que son escarbaduras de gallinas, y si no se te dice previamente nunca adivinarías con qué mano las hicieron”, así definía Luis Vives, uno de los principales teóricos del ars dictaminis renacentista con su De epistolis conscribendis, el estado grafológico de la escritura epistolar en su época, en uno de sus célebres coloquios, aludiendo asimismo Guevara a los renglones tuertos, los que solo se podían leer en parte debido a la mala letra, en una de sus Epístolas familiares, que se fecha en 1523 —quince años antes que los diálogos de Vives—. En ella, igualmente el obispo de Mondoñedo le pregunta a un noble si en realidad no había mojado la tinta con cuchillos. Ambos apreciaban así un declive formal de la escritura epistolar. (Valentín Moreno Gallego. Letras misivas, letras humanas, letras divinas...)