6.7.06

Córdoba cumple años


Y a mi qué mierda me importa, podría ser lo que sigue. De todos modos, los 6 de julio cumple años (y hace como 21 que ando por acá).
Cuando cerraba el 2000 me invitaron a formar parte de un libro (lo editó la Municipalidad) donde el desafío era imaginar cómo iba a ser Córdoba en el nuevo milenio. Vamos por el 2006 y parece que todo sigue igual, o más o menos igual. Arriesgué unas líneas, como esquivando al bulto (y firmé con el seudónimo sergio mansur). A fin de cuentas, las ciudades son todas iguales y distintas. Aquel texto:
Los sueños, esa furia contra la nada

El desafío es relatar cómo será Córdoba o cómo debería ser. En ambos casos, relatar se transformará en el verbo expiatorio de la memoria y las aspiraciones.
A través del lenguaje, aquí, las deudas intentarán saldarse y las pretensiones asumirán el riesgo de verse reflejadas o no en el porvenir.
Este texto, entonces, entraña su propia ley y su propia trampa: la posibilidad de que nunca se pueda verificar su ocurrencia por un lado, y la imperiosa necesidad y convicción de que ocurrirá numerosas veces, por el otro.
Este texto tiene entonces una lejana fragilidad. Simplemente intentará expresar, decir un deseo, mucho menos atractivo y enigmático que lo que se podría imaginar si dirigimos nuestra mirada sobre el inabarcable avance de la tecnología, sobre los designios de una sociedad cada vez más violenta y grupal, sobre las futuras manifestaciones culturales, sobre la promesa que encarna lo que aún no ha llegado.
Estas líneas tienen más que ver con un deseo casi infantil, vergonzoso, primario, que expone también su fugacidad: se diluirá cuando demos vuelta la página, cuando abordemos otro pensamiento.
Este texto, por fin, está atravesado por la sensación de que, entre el Ayer y el Mañana, generalmente, subyace lo negado.

(I)
Qué tendrá la Córdoba del mañana, que no sea transitado por las piernas húmedas del vino que hoy bebemos? Qué destinos se encubren hoy, tejiendo y destejiendo soledades insobornables, amores de novela y horas de insomnio? Qué habrá después del que hoy tiene y no le alcanza, del que no tiene y le sobra, del que no tiene y no tiene? Qué es hoy lo mínimamente sospechado?

(II)
Quizás al son de las murgas de San Vicente que oirían las generaciones del futuro y que más tarde se llevaría el tiempo, Schopenhauer escribió: ”la vida y los sueños son hojas de un mismo libro; leerlas en orden es vivir; hojearlas es soñar”.
Posiblemente, se refería a los sueños como actividad onírica, como actividad inconsciente. Sin embargo, vamos a utilizar esas palabras pero entiendo soñar como anhelar, es decir, los sueños como actividad consciente donde el que sueña, desea que la realidad se modifique. Anhela una realidad distinta.
Cuando las circunstancias son acuciantes y uno transita la vida pensando, exclusivamente, qué le deparará la próxima hoja, y nada más que la próxima, ya no es posible hojear ese bello libro y, peor, nace la angustia. La angustia corre por las calles regalando fotografías de un horizonte llano, desolado, apocalíptico.
La angustia con sus dientes de carcoma, se larga a roer todo, todo: los bancos de las plazas, las sillas del comedor, las de cocina, las butacas de los cines, de los anfiteatros y de los colectivos; en síntesis, destruye todos los lugares donde, antes, nos sentábamos a soñar.

(III)
Aunque no podemos precisar si fueron dichas mientras tomaba un baño de sol en los Pozos Verdes del Suquía, sumemos las siguientes palabras de Borges: “La historia es un inmenso libro litúrgico donde las iotas y los puntos no valen menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y otros es indeterminable y está profundamente escondida”.
Pensemos ahora que los libros aludidos, primero por Schopenahuer y luego por Borges, son el mismo libro. Indudablemente, este nuevo libro contendrá, al menos para la mayoría de nosotros, una serie de páginas en blanco a partir de la que hoy estamos leyendo o viviendo. Podemos tal vez, intuir hoy cuáles serán los párrafos que tendrán esas páginas en blanco, en función de las que ya fueron escritas. Pero, más allá de intuir silenciosamente, ¿tenemos capacidad para soñarlas, y fundamentalmente, capacidad para ir escribiéndolas sabiendo que también es Hoy la Córdoba del Mañana? Seguramente, esa capacidad implica saber qué queremos ser o qué no queremos, pero saberlo.

(IV)
Por último, la ley y la trampa: debemos permitirnos soñar que en este momento, ahora, todos estamos hojeando (soñando) las páginas del mismo libro, donde cada uno tiene una importancia desmedida e imprescindible, donde vivir no está signado por la angustia y el desamparo, donde existir, no es tan poca cosa. Debemos permitirnos soñar por un momento, que estamos soñando un sueño distinto: un sueño que escribe a una ciudad que sueña.

Después vendrá como siempre, el ancho mar, la lluvia, el silencioso peregrinar del llanto, la primera piedra, la ignorancia de los padres, la página en blanco, los fantasmas, los sueños quebrados y las utopías intactas, el recuerdo de la Córdoba mítica, las pestes y otras yerbas, noches idénticas y días inolvidables, el dolor y sus tentáculos, la felicidad sin límites. El ancho mar donde la vida seguirá tirando sus redes.