26.9.09

Exile on main street


Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. Alejandra Pizarnik

De mi experiencia en ambos terrenos, puedo decir sin saber demasiado, que son complementarios. O quizá la misma cosa. Mi experiencia es a través del diván o la meditación. En el diván comprendí muchas cosas y con la meditación también. En el diván desactivé varias voces, pero siempre quedaban otras varias. Con la meditación, por momentos, apagué todas las voces. Eso de ¨andar sin pensamiento¨ (como dice el tango) fue logrado con la meditación, después de desandar en el diván las antesalas y los baldíos del ¨saber sufrir, después amar, después partir¨ (como también dice el tango). Y viceversa. Entretanto, la vida.

Quizá el psicoanálisis se parezca bastante a un ritual del inconsciente, quizá la meditación se parezca bastante a un rito de la nada. Quizá la cifra de la nada es inconsciente silenciado, quizá el inconsciente es la nada que habla con un lenguaje cifrado. Quizá, ambos, busquen lo que Foucault llamaba espiritualidad: « […] la búsqueda, la práctica, la experiencia, a través de las cuales, un sujeto opera sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad ».

Como Tzinacan, en aquel cuento de Borges, que después de muchos años logra descifrar la Gran Verdad (escrita en las manchas del Jaguar) para comprender únicamente cuán pequeño es él en el Gran Significado, así, tan sencillamente así, por diversos caminos me retorno por momentos, sólo por momentos, a esa infatigable manera de sentirme dios al mismo tiempo que me siento nadie.